El juego del verano (IV) – Spelunky, mon amour

Spelunky

«Pero, entonces, ¿qué versión de Spelunky te vas a comprar?». Esta pregunta me ha acompañado durante todo el verano, día tras día, sin descanso. No exagero ni un poquito: desde su vuelta a PC y su salida en PS Vita no ha dejado de rondarme la duda de marras. ¿Tiene sentido volver a comprar un juego trillado hasta morir en mi Xbox 360? Si es así, ¿en qué formato? Tras dos intentonas en varias direcciones abortadas en el último minuto, el final del verano ha llevado la cuestión a su inevitable desenlace. Y ha traído de propina la respuesta a una pregunta que no sabía que tenía que hacerme.

El principio de las vacaciones me encontró en casa, sentado en el sofá y con tres días por delante. El momento perfecto para por fin acabar Bioshock, empezar Borderlands 2 y darle una segunda vuelta a Fez. Esa maratón de juegos largos imposibles de acabar el resto del año se quedó reducida a un solo día, mutilada tras dos infinitas sesiones de Spelunky. ¿Qué demonios había pasado? La promesa de solo una partida más («lo dejo cuando quiera»), el canto de sirena de la partida aleatoria, la gratificación inmediata de unas mecánicas bien construidas, eso había pasado. El roguelike —igual que los juegos de lucha— era un agujero negro de mi tiempo, disfrutable hasta el infinito, pero tan perjudicial para mi ánimo como una resaca de las malas. Así que con ese pensamiento decidí posponer mi compra de una flamante Vita y marcharme de viaje con un Kindle prestado como compañía tecnológica.

En esos ocho días de viaje devoré cuatro libros y tres volúmenes de Kill Screen. Y este atracón no fue por la novedad de tener un lector de ebooks en las manos: el cacharrito ya llevaba conmigo durante todo un mes, haciendo peso en la mochila (poco, eso sí) mientras llenaba mi trayecto de media hora al trabajo con Drop7. La opción de solo usar una portátil en los desplazamientos largos parecía una buena táctica para mantener a raya estos hábitos, pero mis cien horas y dos New Game Plus de Persona 3 Portable atestiguan que, en igualdad de condiciones, siempre gana la misma opción, sin piedad y por goleada. Esto se hizo evidente cuando, ya de vuelta, comprobé que me había dejado el libro electrónico en la oficina dos días atrás sin echarlo de menos. Era necesario encontrar un punto intermedio entre dos extremos indeseados, y pronto.

Por fortuna, la situación se ha resuelto matando dos pájaros de una sola pedrada, y esa piedra se llama El Desafío Diario. El Juego del Día, que es como se debería llamar realmente, es un modo exclusivo de la versión de Spelunky para Steam en la que cada día se crea una partida, la misma para todos los usuarios, con solo una oportunidad de completarla. Es como ir a los recreativos con solo cinco duros. Como salir un viernes por la noche con dinero en efectivo y sin tarjetas. No solo ha conseguido mejorar significativamente mi progreso en el juego, sino que además ha regulado mis atracones esporádicos y los ha convertido en una parte más de mi rutina, acogida con gusto, sin culpa ni resaca. Sé que esa Vita caerá, tal vez el verano que viene, pero lo hará cuando sea capaz de acercarme a ella sin dejar mis lecturas supeditadas a lo que dura una batería de litio.

Y ahora, si me disculpan, les dejo, que tengo que hacer una cosa.