Si algo hemos aprendido de los videojuegos es que, lejos de ser un entretenimiento infantil sin mayor interés que el puro matar el tiempo, tienen una capacidad de reflexión al respecto del presente equivalente al de cualquier forma artística; a través de los buenos videojuegos no sólo disfrutamos, sino que también nos cuestionamos el mundo e, incluso, nuestra propia existencia. Es por ello que un acercamiento desde la filosofía, desde la disciplina que tiene la responsabilidad de responder cual es el sentido de la existencia humana, se puede mostrar como algo productivo e interesante.