Shelter
2013
Mac (versión comentada), PC
Might And Delight
Igual que ese puñado de películas señalando hacia la parte más cruenta y sacrificada de la concepción (Alien en cabeza, Species y el resto de maternidades anómalas de los noventa detrás… o Demon Seed varias décadas antes), Shelter nos propone un ‘Imagina ser mamá tejón’, con todas las consecuencias. Consecuencias tan jodidas como enfrentarnos a la muerte en el primer minuto de juego: una de las crías yace tirada entre la hojarasca, inmóvil. Sus hermanos, cegatos y torpes como bebés tejón que son, sollozan a coro frente a aquella bolita decolorada. Tenemos, por puro instinto, que encontrar bayas o algo para alimentarlo y resucitarlo de su letargo. De esto va Shelter, del día a día de un mamífero común al que la perpetuación de su especie es meta vital, independientemente de lo huraña que resulte su pirámide trófica. Buscar alimentos, andar, descansar, y volver a por comida mientras el elegante indicativo de la salud de nuestros pequeñajos (gama cromática de marrones en el pelaje) nos alerta de sus estados.
Pero este retablo de acuarela se las sabe ingeniar para ir mucho más allá: el simple crujir de una rama seca o la inhóspita oquedad de la noche revuelve el estómago y despierta al boyscout survivalista que todos llevamos varios-parches-en-la-rodilla atrás. Meterse en las tripas de una mamá coraje que debe guiar a toda una familia, desde la protectora cueva hacia el confín de un bosque en llamas, en un periplo casi siempre con trágico final, desprende un puñado de sensaciones muy naturales y ninguna especialmente lúdica. ¿Para qué jugarlo entonces? Para entenderlo. El jugador debe exigirse generosidad y tomarse la molestia de volver a intentarlo y nunca tirar la toalla —como la educación de un efebo problemático—, y es aquí donde Might And Delight acierta de pleno en sacar petróleo de unos mecanismos sencillísimos y una paleta de opciones que podrían situar a Shelter como un mero runner preciosista.
En ningún momento la mamá sufrirá de hambrunas, será abatida o se ahogará con la corriente de las riadas, pero conservar esas cinco vidas implica mayor reto que cualquier combate a machete contra mamíferos mayores. Estos suecos indies conocen los códigos para joder el ánimo e insuflar un hálito de venganza y superación como ningún nature simulator o documental de La2 ha despertado en servidor. Con una segunda parte a punto de caramelo (controlando a una mamá lince desde el primer mes de embarazo), Shelter mimbrea con nervio nuestra zona de confort pero sin recurrir a la terapia de shock, sino con gemidos leves, topeos y chillidos ahogados que sin duda aleccionan sobre la fragilidad y el orgullo, con esa absoluta ausencia de egoísmo de una tejón nómada que debe caminar hasta la extenuación porque incluso la propia naturaleza le ha dado la espalda. Sí, un cuento clásico, pero contado de maravilla.