«Dark Souls II» – Viva la muerte, abajo la inteligencia

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Dark Souls II
PS3 (versión comentada), Xbox 360, PC
From Software
2014

Dark Souls II es un videojuego justo. Bueno, a veces lo es; otras muchas no. A poco que pongamos atención nos empezaremos a dar cuenta de que la supuesta justicia del título de From Software es una cuestión que parece preocupar(nos) mucho más a unos jugadores con ganas de dotar de cierto significado a la placentera tortura que caracteriza la experiencia Souls -y, por qué no decirlo, cierta coartada-, que al juego en sí mismo. Si un enemigo camuflado como goloso cofre de tesoro no mastica por completo nuestra barra de vida en un suspiro, entonces las caprichosas políticas de colisiones de los polígonos (de las que nos hablaba tan bien John Tones el otro día y que provocan en este juego que algunos enemigos puedan golpearnos sin nunca habernos golpeado realmente) serán las responsables de escribir sobre la pantalla del televisor una frase que, aseguro, nos cansaremos de leer: “Estás Muerto”. Puede que en la mayoría de ocasiones los responsables de fracasar seamos nosotros, pero no serán pocas las veces en las que nos castigarán sin haber pecado. Hablar de justicia en un juego que te hace saltar con el R3 igual necesita alguna matización, porque a Dark Souls II, como ya les ocurría a los dos títulos anteriores, no le tiembla el pulso en ser injusto con nosotros, jugadores, si piensa que así puede ser mejor juego.

Dark Souls II es también un juego difícil. Y no, en realidad no es tan difícil. Al menos no posee un tipo de dificultad tradicional; de aquella que nos impide a los jugadores con problemas de coordinación entre cerebro y falanges jugar a títulos como Devil May Cry o Bayonetta en dificultades superiores a “Fácil”. Dark Souls II es más severo que la media, no cabe duda, pero es un reto asequible para cualquiera si es capaz de prestar la suficiente atención. No hace falta disfrazarse de Paganini del control pad, ni poseer habilidades de pensamiento lateral muy desarrolladas para desenmarañar complicadísimos rompecabezas (en parte porque casi todos los rompecabezas que propone el juego no tienen ningún tipo de solución). Hay que estudiar, eso sí, clavar los codos y repetir la lección hasta poder ver lo que no es obvio, hasta visualizar los detalles que siempre estuvieron escondidos a plena vista.

Alrededor de la serie Souls han ido naciendo una serie de mitos y leyendas que sería saludable, al menos, empezar a cuestionar; ver hasta qué punto lo que llevamos años asumiendo como cierto responde a la realidad o a una coletilla mil veces repetida. Sobre todo porque es posible que estas asunciones nos estén apartando de poner el foco en otras muchas virtudes que el juego atesora y que, a juicio de este analista, son capaces de definir con mayor precisión el carácter único de un juego situado en la intersección del rolazo avant-garde y el mainstream enrarecido.

Por ejemplo, podemos decir del nuevo juego de From Software que sigue mostrando una solidez mecánica capaz de sostener por sí misma todo el peso de una aventura de sesenta horas; que maneja una narrativa discreta, pero altamente sofisticada y adaptada a la perfección al medio interactivo; que a pesar de huir de cualquier subrayado innecesario no se modera al ofrecer quiebros y escenas de quitar el aliento; que su talento para cierto lirismo macabro, junto a un desarrollado sentido del trampantojo y el uso dramático de los espacios tridimensionales, consigue ofrecer algunos de los momentos más emocionantes de esta moribunda generación de consolas (quien se haya encontrado ya con el rey Vendrick sabrá bien de lo que es capaz el juego); o que presenta un acabado gráfico que pondrá de los nervios a los gormitis de lo técnico, pero que suponen todo un logro en lo que respecta a la construcción de una atmósfera esquiva y malsana. Pero lo que de verdad hace que Dark Souls II levite a varios centímetros por encima de cualquiera de sus coetáneos es que todas estas características, lejos de trotar cada una por su lado y de forma arrítmica por las praderas virtuales, corren en paralelo, hábilmente hiladas con seda fina por una From Software en estado de gracia desde 2009.

A Dark Souls II le da un poco igual ser justo o no serlo y más allá del marketing y de algún que otro guiño a su leyenda, tampoco es esa experiencia imposible reservada únicamente para unos pocos virtuosos del hardcore gaming. ¿Y saben qué? Está muy bien que así sea. Lo realmente importante de este juego se encuentra en sitios bien distintos.