Dead ´n´furious
2007
Dream On Studio
Nintendo DS
La humanidad ha muerto, pero te ha dejado todas sus balas.
Podría haber sido peor.
Antes de que viniera nadie a dignificar lo zombie, el género sobrevivía orgullosamente asentado sobre los pilares del mal gusto y el órdago a lo macabro. De acuerdo que las lecturas sociopolíticas con monstruos putrefactos por medio han formado parte importante de las películas y tebeos más destacables del género, pero como apunta Absence con su tino habitual, casi siempre estaban ahí como excusa para el despliegue de tripas y canibalismo, no al revés. Hoy puede que los videojuegos sean uno de los últimos reductos que le quedan al zombie veterano de aquellas producciones tan violentas como ariscas. Por cada The Walking Dead de Telltale por cada The Last of Us (vale, infectados, da lo mismo) hay diez juegos empeñados en rescatar al zombie carroñero por su condición de cuerpo corrupto y no como vehículo de otra cosa, a veces solo por la oportunidad de mostrar músculo gráfico en cada costra purulenta, a veces para llenar de amenazas el escenario sin necesidad de enredarse con justificaciones que a nadie interesan. Son la muerte, están por todas partes, vienen a por ti.
Dead´n´furious es heredero de aquellas producciones grotescas de entonces, y como ellas, se concentra hasta tal punto en lo suyo que parece olvidarse de lo demás. Y bien que hace. Como The House of the Dead, es también un juego sobre raíles porque nada, ni el desplazamiento ni la cobertura, debe distraernos del disparo y tentetieso. La balasera es el lenguaje con el que comunicarse con cada cosa que se ponga delante: se explora a tiros, se abren puertas a tiros, se defiende a tiros, se mata (obviamente) a tiros. Con muchos tiros. Porque una idea no va a entrar bien en esos cráneos descompuestos, pero una bala sí cabe en cualquier cabeza. Y nunca hay suficientes. Ni cuando la munición es infinita.
Dead´n´Furious es un juego feo, insignificante y posiblemente estúpido, pero ferozmente seguro de su única idea. En ese sentido es también contagioso, y se juega frenéticamente desde la primera pantalla hasta el jefe final sin hacer otra cosa que apretar los mismos comandos durante toda la partida. Matando como si no hubiera un mañana.
Porque no lo hay.