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Epic Mickey 2: El Retorno de Dos Héroes
Junction Point (versión de Wii, adaptado a otras plataformas por Blitz Games), 2012
Multiplataforma (versión analizada: PS3)
Como me pasó en su momento (e imagino que a mis padres antes que a mí) cuando mi sobrina de tres años se sienta los sábados por la mañana a ver dibujos Disney exige siempre la misma cosa y solo esa: una ración contundente de fantasía buenrollista empaquetada en un colorido envoltorio de cielos azules, animales antropomórficos y trompazos sin apenas consecuencias. Y bien que hace, porque si algo ha distinguido a la compañía a lo largo de los años es esa elegancia marca de la casa a la hora de endulzar consignas morales que a los adultos nos harán levantar o no la ceja dependiendo de cómo tengamos el día, pero que los niños absorben con una disciplina que ya me gustaría a mí inspirarles cuando les repito que no pueden tocar mis tebeos.
A los niños les suele gustar la inocencia de los personajes Disney, a los padres les gusta que les gusten. Son tranquilizadores y hasta cierto punto educativos. Hasta aquí todos contentos.
Otra cosa sería ver la cara de Irene (que así se llama mi sobrina) si entre episodio de House of Mouse y corte de Phineas y Ferb Disney Channel programase aquel episodio de Mickey contra el Doctor Loco que tanto perturbó al joven Warren Spector (él mismo lo contó durante una presentación en Madrid). Dudo mucho que escupiese los cereales porque es un episodio que hoy día se ve inocente, pero aún así, con sus cuchillos roñosos al aire, sus experimentos contra natura y su final agridulce, parece jugar en una liga distinta a la del ratón burgués que vive con su perro mascota en el equivalente animado de la Moraleja. Hay otro Disney que corre paralelo al de los personajes regordetes que se ven en la taza del desayuno de mi sobrina, que nunca se ha dejado de cultivar aunque pocas veces haya pasado a primer plano y que a lo largo de las décadas ha tenido muchas caras: la del humor macabro del Skeleton dance, las aventuras exóticas de los cómics de Floyd Gottfredson y Carl Barks (junto a esa especie de universo expandido que son los fumetti italianos), la sátira social de los cortos clásicos de Goofy o esos arrebatos de crueldad inesperada que asoman en algunas de las películas menos conocidas del catálogo. Es ese otro Disney, complementario y desconcertante (pero en el fondo muy de la casa), el que sirven a cucharones en la serie Epic Mickey, el producto más estrafalario de una multinacional que últimamente no da puntada sin hilo.
En esta segunda parte, Junction Point ha decidido no alejarse mucho de lo ya visto en la primera. Otra vez Mickey tiene la oportunidad de elegir entre reintegrar en la continuidad a personajes olvidados o quitarlos de en medio de una vez por todas a golpe en un doble giro metalingüístico que a algunos aún nos tiene mareados. Otra vez se homenajea a los clásicos del personaje con dioramas jugables que conectan los niveles en 3D, que son de nuevo escenarios enormes llenos de coleccionables y tareas secundarias escondidas entre toneladas de escombros de merchandising caducado. Se mantiene así uno de los rasgos más característicos y chocantes de la serie: los personajes de los Epic Mickey se buscan la vida en un cruce imposible entre la Disneyland de los cincuenta y una favela brasileña, enterrados en los restos de su propia basura corporativa y criando sentimientos muy poco habituales en cualquier producto de animación, desde la envidia a la ira sorda pasando por la autoculpabilidad y el rechazo pasivo-agresivo. Más allá del mal genio crónico de Donald, que nunca va a ningún sitio, hay personajes en ambos juegos alimentados por un rencor químicamente puro. Y junto a esto, como contrapeso, también se mantiene el sentido de la aventura, la exploración constante, ese espíritu optimista marca de la casa que permite mostrar tanta oscuridad sin que sus mascotas se vuelvan irreconocibles.
http://www.youtube.com/watch?v=VJvkBMBbad4
Como novedad, Epic Mickey 2 corrige los problemas de cámara de la primera parte (gracias a Dios), e incorpora un modo para dos jugadores un poco postizo que facilita exageradamente la campaña en solitario (lo que por otro lado no impide puntuales picos de dificultad mal resueltos). Y además… además poco más. En lugar de una continuación, esta segunda parte se juega como la ampliación de lo ya visto, o quizás una versión corregida para alérgicos a la Wii que no quisieron acercarse a la primera en su momento. Volver a lo fórmula no es algo raro en una franquicia, aunque llame la atención en una que nació con tantas ganas de ponerlo todo patas arriba. Aún así es un juego excelente, y tanto lo mejor como lo peor que se puede decir de él es que deja con ganas de más.
De más juego, de más opciones. Las misiones para la tienda de recreativas me hicieron pensar en que acabaría por desbloquear dioramas jugables de Castle of Illusions, pero al final los tiros iban por otro lado (es decir, por donde siempre: recolectar chatarra para los gremlins con el único fin de ponerla toda junta. Divertido, aunque en este caso un poco frustrante). Las misiones en el cine siguen sin dar acceso a la colección de cortos clásicos como en buena lógica debería pasar, y en general casi todas las misiones se resuelven por la honrilla sin que casi nunca haya un verdadero aliciente más allá de no querer ver a tus personajes favoritos de Disney con cara pocha durante el desfile final del juego.
Y sin embargo, lo interesante de Epic Mickey 2 es que ese dejar con ganas de más incluye también desear más de lo mismo. Las diez horas de campaña se hacen cortas, las mecánicas se mantienen frescas, cada escenario exige ser pateado mil veces si se quiere decir que se ha acabado en condiciones. Son ganas de más que no nacen de la frustración sino del interés por abarcarlo todo, por medirse con cada reto hasta agotarlo completamente. Epic Mickey 2 no aburre jamás, recupera con orgullo personajes bonachones sin hacerlos parecer flácidos o estúpidos, los devuelve luego al jugador para que los redescubra después de años sin pensar en ellos con la alegría de reencontrarse con algo que una vez fue importante y que aún mantiene un potencial valioso. Más allá de la estética, más allá de moralejas y manierismos, creo que ese es el verdadero interés de los grandes productos Disney: nunca pueden darse por completamente agotados, hay capas agazapadas en algún nivel de lectura a las que solo pueden acceder quienes vuelvan a ellos una vez pasado el tiempo.
Digo yo que esa será la razón por la que mi sobrina, estos días que se ha quedado a dormir en vacaciones, rara vez vio los dibujos sola.
Todavía recuerdo como si fuera ayer cuando mi madre se sentaba conmigo a ver Patoaventuras, el pato Darwing, Aladdin, etc…
No sé qué tiene Disney que le da ése toque mágico. Aunque creo que los dibujos que hace actualmente ya no tienen ese algo especial
Supongo que depende de gustos. A mí Phineas y Ferb y las series basadas en personajes Marvel (especialmente la segunda temporada de Los Vengadores) me parecen muy interesantes. Eso sí, de ratones y patos nada. Y es una pena,
Si te gustaron Patoaventuras y Darwing te recomiendo otra vez los fumetti. Van por esa línea aventurera y son muy entretenidos a cualquier edad
Phineas y Ferb está muy bien y las series Marvel también pero creo que les falta algo aunque es algo que les pasa a los dibujos en general desde hace tiemp.