Entwined
2014
PS4 (versión comentada), PS3, PS Vita
Pixelopus
Cuando Entwined fue presentado el pasado E3, entre escabechinas góticas y decapitaciones de la Francia revolucionaria, imaginé que el peso de la sorpresa, en un momento tan mediático, escondía una pieza cuanto menos interesante. «Disponible desde ahora mismo». Corrí a comprarlo, claro. La trama nos dice que las almas de un pájaro y un pez se enamoran pero no pueden estar juntas, una vive en el cielo y otra en el agua. Nuestra es la misión de unir sus espíritus para componer finalmente un dragón de luz, consumando así su romance. Inspirado en algunos escritos taoístas del filósofo chino Zhuangzi, el bestiario clásico oriental es lo único tentador del asunto.
Este es uno de esos juegos que hubiesen caído enterrados en el ostracismo de Steam de no ser por un desarrollo bajo el paraguas de Sony. Entwined se sostiene sobre una única idea, repetida y reciclada, sin aspiraciones fuera de la premisa central. El problema conceptual se evidencia durante la hora y media de las nueve secuencias centrales del juego: hay algo roto. El director creativo Dominic Robilliard, que comenzó sus días testeando obras como REZ, trabajando después en la saga The Getaway y ya en el 2008, en las ediciones especiales de Monkey Island para LucasArts, quería uno de esos experimentos fáciles de comprender y difíciles de dominar. Aquí es al revés.
Jugando, me encontraba habitualmente con situaciones de ansiedad extrema, de querer rascarme la nariz y no poder, cayendo en un bucle indefinido de penalizaciones y vuelta a empezar. Heredero conceptual de Dyad, aquel desconocido de PSN que a su vez compartía la mímica sinestésica de otra obra de Mizuguchi, Child Of Eden, aquí no hay combos, escenarios secretos, ni alicientes más allá de acabar cuanto antes. Cada animal dispone de un espacio de 180 grados en pantalla, el pez a la izquierda controlado con su respectivo stick y el pájaro a la derecha con su contrapartida. Mientras, debemos recoger volando los orbes correspondientes a nuestros colores: naranja para el pez y azul para el pájaro. Así hasta llenar una barra que, una vez lista, uniremos pulsando simultáneamente R1 y L1, en esa metáfora de ‘los dos o ninguno’. Podrían haber forzado la relación si el error de uno penalizase al otro, sacrificando algo en la gestión de sus health bars o intentando que nuestros hemisferios cerebrales conjugasen sus fuerzas moviéndonos al ritmo de la música (¡hola Audiosurf!). Pero prefirieron entregarnos una banda sonora que nunca despega, un Sam Marshwall destilando vagancia, minimalismo en el mal sentido, donde sus logros mayores llegan en el preciso instante del pase de créditos.
Entwined es bello, aunque ni se asome en términos plásticos a ejercicios como Flower; Entwined es fácil de entender y de concebir, aunque los joysticks de PS4 no hayan nacido para estos menesteres. Entwined, además, no es divertido. En ningún momento sentí el abrigo de su mitología, ese sense of wonder de un apartado visual radiante y, esta es la peor parte, la delicia de viajar por un túnel a mil por hora mientras mis manos reaccionan con fluidez a los estímulos del juego, concatenando escenarios hasta esos cierres ebrios de colorido. No, fracasa en su misión principal. Perdonen la contradicción, pero para ser tan breve, no debería apelar a mínimos tan bajos.