Undercover Cops
1992
Arcade, SNES
Irem
Miren alrededor. Me pregunto cuándo narices perdimos el norte. Quiero decir, estamos enfrentados en constante discordia, no toleramos un mínimo fallo, ajuiciamos y enarbolamos crítica como auténticos expertos en cualquier materia. Es más, parece que estemos deseando que todo explote, sin advertir que la mierda puede salpicarnos como metralla. Quiero creer que hubo un tiempo donde los ánimos estaban más coloreados, con exacciones más naturales, donde nuestros demonios interiores dormían relajaditos.
Undercover Cops. Ya lo dice el título, va de policías encubiertos dispuestos por un gobierno del futuro —New York 2043, cada letra cayendo con todo el estruendo de la mecanografía—, preparados para combatir a una escalada de crimen desproporcionado desde el interior. En realidad no hay nada de eso, de infiltración secular o contraespionaje, pero cualquier excusa argumental es buena para ponernos a repartir leña: nuestros héroes, dos chicos (Zan y Matt) y una chica (Rosa), viajan por los bajos fondos del caos cyberpunk, en una breve incursión al beat ‘em up de toda la vida, pero con matices: disponemos de un riquísimo corolario de movimientos, dobles giros y patadas arcoíris que dejan al Final Fight de Capcom como nota al margen, con apenas cinco niveles pero con un repertorio mucho más generoso que el de sus contemporáneos Vendetta o Captain Commando.
Lo que se advierte como dificultad moderada, salta descaradamente del primer al segundo nivel y, desde ahí, se mantiene con una crueldad incólume para regalarnos todo un repertorio de personajes salidos de la imaginería post-apocalíptica más descacharrante: la Divine de Pink Flamingos llamada aquí Francoise, una dominatrix con motosierra; Balbarotch, conocido como Caracono, es un carnavalesco ninja que escupe fuego desde el caimán que tiene alojado en su torso… Y así, desde unos Scyther navajeros demasiado parecidos a los avisperos de Fallout hasta hombres-topo heredados directamente del bestiario de cualquier rolazo, el casting de Undercover Cops tiene un atractivo físico ineludible, por más hordas que se repitan hasta dejar el monitor del arcade hecho un caleidoscopio. La versión americana, simplificada absurdamente, corrió peor suerte tanto en mecánica —la única forma de abordar la mayor parte del juego es mediante el doble golpe de palanca hacia la derecha y patada rápida—, como en estética —meros efectos visuales—, pero en lo que respecta al ROM japonés, el de la animación suavísima, celestial banda sonora y dificultad puñetera, la actualidad no le ha matado ni un solo píxel.
Volviendo al principio [barato recurso orgánico], esta maravilla de Irem parece pertenecer a una época libre de prejuicios, una época de acero western y mitología caduca que nunca va a volver, porque si bien seguimos usando policías encubiertos, sofistas disfrazados y críticos travestidos, parece que nos hemos quedado absortos en la mascarada y no en el contenido tras la misma. Es un juego esclavo de su tiempo, desde luego, pero también un fenomenal recordatorio de que no necesitamos tanto pretexto, tanta sublectura ni superlectura, simplemente liarse a mamporros hasta quedarnos sin nudillos, que enemigos nunca faltan. Defendería Destiny con el mismo argumento a sabiendas que aquel es tan finito como éste: en 60 minutos ya sabes todo lo que necesitas, el resto es repetición, chistosísima repetición. Como la peor parte de nuestra historia.