The Path
2009
PC
Tale of Tales
Caperucita Roja es un cuento sobre la desviación, y el inevitable trauma que encierra el proceso de creación de tu propio camino, tu propia identidad. Del precio a pagar por caer en la tentación del placer y la necesaria, aunque insoportable realidad, de sabernos incapaces de asumir la verdad que otros nos cuentan con sus propias experiencias, y acabar repitiendo los errores del pasado. Trauma y temporalidad, huella y recuerdo. La falsa creencia de la elección que viene directa desde aquella mentalidad concebida en el medievo para recordarnos que hay ciertos temas en los que el ser humano no ha cambiado ni un ápice, ni una miaja, en siglos y siglos de historia. ¿Nada? Bueno, tanto a nivel de sujetos individuales como de civilización es posible que sí hayamos crecido en ciertos aspectos. Cuando te contaban el cuento de niño pensabas que era, literalmente, la historia de un lobo que hablaba y que quería comerte, y años más tarde empezaste a comprender esa complicada cosa que es la metáfora. Y si en el siglo XVII los alfabetos del pueblo leían aquellas historias de Charles Perrault en las tardes de juegos en la plaza junto al resto de pequeños para asustarte con que no te adentrases en el bosque ahora, sin embargo, tenemos el psicoanálisis. Y a David Lynch. Y los videojuegos.
Esta aventura interactiva publicada en 2009 para PC por la pequeña compañía arty Tale of Tales que es lenta, de nivel de producción pobre y sin objetivos ni estrategia de méritos busca, más que la exploración, la pérdida (¿cuántas veces te has perdido? ¿A dónde fue esa niña de camisón blanco? ¿Qué son esos ruidos de fondo o esas siluetas entre las hierbas?) y recuperación (no puedes correr porque no hay atajos, el bosque muta porque -lo- cambias) de una semiótica que, aunque tiene suficientes referentes a los que agarrarse, es para que tú elijas tu propia lectura. La justificación artística del artefacto se encuentra, según las propias palabras del equipo de Tale of Tales en la de «usar la tecnología de los videojuegos con la intención de crear arte. Creemos que este es el medio más adecuado a día de hoy para llevar a cabo creaciones de Arte Hermoso». ¿Te suena pretencioso? No es cosa tuya, sin embargo hay que encomiar los resultados, con mínimos pero eficaces objetivos, que el dúo belga junto con otros tres colaboradores ha logrado en The Path. La premisa, como el juego, es bien sencilla: empiezas en una sala eligiendo a alguna de las seis caperucitas, cada cual con su propio estilo visual, y que parecen ir gradualmente desde los 9 hasta los 19 años. Niñas pubescentes con diferentes actitudes que, comprendes, han de llevarle por separado el cesto de comida a casa de su abuela. Cuando arranca la aventura estás en mitad de un hermosísimo sendero abierto, y a los lados se abre el oscuro bosque. “No salgas del camino”, te dice un rótulo, pero al cabo de dos paseos sabes que es, de hecho, justo eso lo que tienes que hacer.
A partir de ahí un mar de símbolos y claves mientras con los cuatro controles de movimiento y el clic del ratón interactúas, más bien golpeas, el escenario de ecos folclóricos que se te va presentando. De psychological horror art game, lo tildan sus creadores, pero Silent Hill ya causó sensación por méritos propios allá por el 99. Por suerte aquí la experiencia es más bien otra, aquí no vamos a ser asustados por enormes zombies sino a descubrirnos a nosotros mismos como individuos en el sobreanálisis (puedes estar en el bosque con cada personaje durante horas) y evadiéndonos en estas tierras oníricas, no directamente hostiles, que juegan con las texturas gráficas y con ese tipo de terror esquizofrénico que nos produce lo desconocido, lo que no termina de materializarse. Hay un momento en el que percibes la huella en la memoria que se ha acabado formado ya sin remedio mientras ibas caminando a lo largo de todas esas horas muertas en el bosque. Hay un momento en el que comprendes la manera, mínima tal vez, pero auténtica y diferente, en que su experiencia se ha convertido en una curiosa lección para tu vida. Resumiendo: has experimentado el poder del cuento.