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Batman: Arkham Origins
2013
PC (versión comentada), PS3, Wii U, Xbox 360
Warner Bros. Games Montreal
En Batman: Arkham Origins encarnamos a Batman. Como en las dos entregas anteriores. Siento arruinar la sorpresa. Somos Batman en toda su dimensión y esto ya es suficiente para que uno empiece el juego y lo termine y lo disfrute. El nuevo título podría exclusivamente presentar una consecución de peleas, cada vez más complejas, cada vez más bestias, con la misma evolución de gadgets y mejoras en el personaje que ya se dan en el juego, con jefes de fase y jefe final, y sería para mí felicidad más que suficiente, porque las hostias siguen doliendo y los huesos siguen rompiéndose; el pulgar se cansa pero no deja de recorrer cada esquina de la habitación para limpiarla de los mismos tipos malos genéricos de siempre.
Digo que podría presentarme ese beat ‘em up arcade de vieja-nueva generación ideal para hacerme suficientemente feliz, pero creo que en realidad sería más feliz aún si Batman Arkham Origins fuera solamente eso. Ya estoy algo mayor para que las puntuaciones y los rangos me interesen tanto como para hacer de las fases de sigilo algo estratégicamente estudiado: abrir rejillas de ventilación, poner pegamento explosivo, tirar estrellas ninja con forma quiróptera, ir de aquí para allá… Si puedo planear hacia la espalda del enemigo más solitario, noquear, huir e ir a por el siguiente, no voy a complicarme mucho más; lo que sea más rápido para volver cuanto antes a desencajar mandíbulas a pares. Podría culparme, pues al fin y al cabo ese sigilo, ese recoger pistas y reconstruir escenas del crimen es también parte del mejor detective del mundo, pero culpo a Rocksteady por marcar un camino que hace de la hostia acrobática algo tan bello.
No hay problema con los pasillos, eso sí. Después de cada ronda de combate paseamos un poco, nos enganchamos a aquella cornisa y cruzamos algún puente volando, hablamos un poco con Alfred y nos relajamos, para hacer del siguiente combate algo más intenso. Eso hace este Batman: Arkham Origins en cualquier caso, e igualmente estructurados estaban los dos anteriores, que abracé sin remilgos, así que no debería tener queja, pero ay, que si un juego encuentra una mecánica que le funciona y siendo la mecánica lo que define al juego como juego, al menos debería cambiar la historia. Hay enemigos del murciélago que se han hecho más populares que otros por una razón, y esa razón estriba en las múltiples posibilidades de esos personajes. Igualmente, si algo define a Batman más concretamente que otra cosa es, paradójicamente, su multidimensionalidad, la capacidad de mutar para presentar y manejarse con soltura por cuantos temas quiera, incluso contradiciéndose si es necesario, porque su personalidad es doblemente compleja. Es por ello que encarnar al Batman naciente más clásico no es molesto, como tampoco lo es tener al Joker como principal enemigo (y luego otros tantos que son aún más saco de boxeo de un solo golpe que en las anteriores entregas), pero escuchar por tercera vez cómo uno es reflejo y origen del otro y viceversa es algo que preferiría omitir. Y no debería ser así.