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Por aquí nos habrán leído rabiar en varias ocasiones a propósito de la inmediatez y lo olvidadiza que es la industria, la prensa, y los mismos jugadores respecto a la salida de nuevos videojuegos. De cómo la industria comienza a hablar de un juego desde dos años antes para que al día siguiente de su salida el tema de conversación sea su secuela; de cómo la prensa se hace eco miméticamente de esas dosis de información espaciadas en el tiempo para llegar a una crítica que no se diferencia de la de una caja de zapatos y viene a decir «hale, a por el siguiente»; y de cómo, en último lugar, los jugadores tratan las novedades como mercancía que consumir lo antes posible para poder decir «hale, a por el siguiente», y leer la siguiente crítica del juego que van a comprarse. Todo esto generalizando, claro.
Sin embargo hay ciertos títulos que aparecen a lo largo del año que crean comunidad a gran escala, que siguen siendo un punto y seguido para industria y prensa pero que, para la gente que lo juega, es tema de conversación durante un periodo bastante más prolongado de lo que es habitual. Lo vivimos hace un par de años con Skyrim, y ahora ocurre de nuevo con un juego tan diferente pero similar como Animal Crossing: New Leaf. Júbilo y celebraciones, porque esto debe ser algo bueno para… bueno… algo. Todos unidos a través de un mundo irreal sin límites en el que nunca pasa nada malo, es hasta lógico que sirva a muchos de solución evasiva. Y si se quedara dentro de ese mundo, estupendo y que aproveche, pero todo lo malo que no alberga Animal Crossing en su interior sale despedido como un cohete a nuestro mundo real. En Farmville, esa estupenda manera para que quien quiera disfrutara de la construcción de su granja y sus trapicheos y sus cosas, todo es perfecto y nadie juzga a nadie y la gente se entretiene como quiere hasta que día sí y día también te encuentras obligado a enviarle un leño y un ladrillo a tu prima y al amigo del colegio que te pegaba medio en broma medio en serio.
Y el caso es que Animal Crossing no molesta de esa manera, sino que simplemente aparece en ciertas conversaciones y te coge del hombro, te llama y te dice «quizá deberías unirte a nosotros para pasar un buen rato» como una secta de colorines monos (o de monos de colorines), te va minando poco a poco y cada vez está más presente, pero a ti no te gusta lo que te propone: quizá por esos andares de Facebook (que a su vez hereda de otros juegos), quizá porque te recuerda a los Sims de una forma mucho más trabajosa y vacua, quizá porque no dejan de hablar bien de él pero nunca acompañado de razones; no sabes cómo es por más que intentes conocerlo, esconde algo siniestro tras su candidez que parece no revelará hasta que estés con él, y eso no te gusta. Pero sigue ahí, y no se va, y se hace amigo de tus amigos y a ti sigue sin gustarte pero te está robando el tiempo que antes pasabas con ellos, e incluso te planteas la posibilidad de salir todos juntos, porque mal pero el bien mayor, pero no lo haces. Y entonces estás solo, en el mundo real, y sabes que la culpa es suya por muy simpático que le parezca a todo el mundo. Quieres acercarte y sacar a relucir los trapos sucios, recuperar tu vida, pero el simple hecho de acercarte ya te parece repulsivo. Le odias, pero tienes la sensación de que acabarás follándotelo por mucho que luches contra ello. Solo para poner en duda su inocencia.
No, en serio. Ríndete. Si te animas, tengo cerezas.
Yo soy incapaz de disfrutar de este juego, pero porque soy un cazurro y un deshecho moral. Desborda contenidos, sin dlcs, capaz de llegar a públicos de todo pelaje (aunque es impredecible saber a quién va a gustar y a quién no) y con una comunidad enorme y entregada. New leaf me parece el bien absoluto y ni siquiera me gusta.
Waco, dice mi mujer que lo de las cerezas puede interesar. Cuando vuelva a casa me paso por aquí y le dejo mi código para que negocien
Herasmus 4554-0277-5854
Comercien ustedes
1. La verdad es que no entiendo de dónde se han sacado eso de que Animal Crossing te absorbe y te hace perder horas y horas de tu vida; supongo que de no haberlo jugado, porque eso ni me ha pasado a mí ni a mis conocidos que lo han tenido. Dudo muchísimo de que alguien alguna vez llegue a plantearse alguna vez lo expuesto en las últimas frases. Parece que están recurriendo al argumento que usan los tertulianos de mal aliento de turno para decir que los juegos son adictivos ergo El Mal.
2. ¿Se necesitan razones para que algún juego pueda gustarte? Yo diría que lo afectivo tiene poco que ver con lo racional. Si acaso, deme las razones por las que le guste algún juego y compruebe si no se tratan las mismas que hacen que le guste cualquier otro.
Un saludo.