«Botanicula» – Crítica

Botanicula
Amanita Design
PC, anunciado para iPad

En más de una ocasión he manifestado abiertamente mi amor por el estudio checo Amanita Design, los padres de Samorost y Machinarium entre otras aventuras menores —que no de peor calidad—, y es por ello que mi aproximación a Botanicula partía, no ya de una predisposición condicionada y poco imparcial, sino de una total y absoluta confianza en su nuevo videojuego. Y es que dentro del siempre agitado y refrescante panorama independiente europeo, los amanitos han conseguido erigirse como uno de los estudios más sólidos e interesantes gracias a ese estilo visual tan particular con que se expresan sus aventuras, y a una forma muy personal de barajar y aplicar el concepto mismo de aventura. Con Machinarium, su primer título de envergadura y el más popular hasta la fecha, efectuaron un viraje hacia formas de juego más tradicionales, mecánicas que remitían a los cánones clásicos de la aventura gráfica, con excelente resultado. En cambio, Botanicula recoge alegremente el testigo de Samorost I y II y recupera esa estupenda tendencia a la exploración y manipulación del entorno en la que el jugador adopta un papel a medio camino entre explorador y espectador, sin ser en ningún momento dueño total y absoluto del desarrollo de los eventos; una aventura, una sucesión de rompecabezas, cuya solución pasa por una interacción inocente y curiosa con el entorno más que por una dependencia total y absoluta de la lógica (o ilógica, en muchos casos dentro del género) deductiva.

Botanicula combina la aventura mínima y la acción a escala microscópica con una superdotada capacidad expresiva, y al mismo tiempo deja patente la necesidad de redefinir esa metodología lúdica de que se sirve y que dista bastante de la aventura gráfica tradicional. Hay un algo de juguete infantil en esos mecanismos causa-efecto que debemos activar siguiendo únicamente el instinto, atendiendo a una curiosidad primaria que despierta de forma inmediata, azuzada por la belleza innata de los escenarios, de todos esos pequeños elementos orgánicos y cantarines que los pueblan, los atraviesan y los inflaman de vida.

El juego, como ya se encarga de sugerir el propio título, nos catapulta hacia una aventura forestal protagonizada por un pintoresco quinteto de insectos, cada uno con habilidades propias. Sin embargo, se ha dejado de lado cualquier tipo de concepción cooperativa entre los protagonistas, o al menos esa cooperación no recae directamente en las manos del jugador, ya que los cinco amiguetes normalmente funcionarán como un todo y tan solo en algunas ocasiones deberemos elegir actuar con uno u otro. Este protagonismo grupal simplificado al máximo podría haberse explotado mucho más y las mecánicas podrían haberse presentado como interdependientes de las distintas habilidades de los insectos, pero la intención base del título, fiel a los preceptos iniciales del estudio, destierra cualquier complicación que de algún modo entorpezca el natural desarrollo de unos acontecimientos que mantienen, durante todo el curso de la aventura, un ritmo sostenido, una progresión suave que precisa de fluidez, de no estancamiento, para conectar con el jugador pasiva y activamente a base de efectismo visual y de interactividad sin trabas.

Como ejercicio estético que parcialmente es, Botanicula probablemente se sitúe en los más altos escalones no solo de la trayectoria del estudio, sino de la totalidad de esa vertiente, indie y no indie, que explora lo artístico —o lo contemplativo, si lo prefieren— como elemento indivisible del videojuego y que del mismo modo lo incorpora a sus propios mecanismos de funcionamiento. Amanita Design ha trenzado un ecosistema audiovisual delicado y exquisito donde todos sus componentes, visuales, auditivos y jugables, bailan en armonía. Y, pese a lo trillado que pueda sonar, es un auténtico pecado perdérselo.

3 opiniones en “«Botanicula» – Crítica”

  1. Soy un enamorado loco de Amanita y no sé si entre entre bundles, ediciones físicas y ofertas llegué a comprar el Machinarium 4 o 5 veces, así que cogí Botanicula con muchas ganas, pero el globo de la emoción se me desinfló al poco rato.

    La verdad es que me decepcionó bastante; diría que por seguir demasiado el patrón de Samorost de pixel-hunting y a ver qué pasa, solo que Samorost duraba 15-20 minutos y alargar tanto esa ‘mecánica’ en Botanicula, al menos a mí, me hizo desconectar totalmente del juego y de lo que pedía.

    De hecho diría que el último cuarto del juego me lo hice mirando una guía porque no me apetecía dedicarle mucha más cabeza de la necesaria.

    Eso sí, fetén para la vista y el oído. Pero después de Machinarium a Amanita le pedía algo más 🙁

  2. Juegazo y buena crítica, me la apunto a la hora de recomendar el juego a amigos.
    Pero los protagonistas no son «insectos»; son semillas… aclaración bastante importante para que encajen las cosas en el particular mundillo de Botanicula.

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