«McPixel», save the day – Crítica

McPixel
Sos Sosowski
PC 

El arranque de McPixel no podría ser más clarificador; con un rótulo impreso a base de pixelazos tamaño cabezas de gato nos advierte de los posibles daños cerebrales que puede ocasionar una exposición a sesiones de juego prolongadas. Y es que McPixel es una microaventura gráfica cuyo consumo responsable debe realizarse en pequeñas pildoritas, en parte por su explosiva capacidad para hacerte virutas el cerebro con un humor zafio y absurdo, y en parte por su propia estructura episódica minimalista. Dividido en capítulos, cada uno de ellos consta de una serie de fases que deben resolverse en menos de 20 segundos; si fallamos, saltamos inmediatamente a la siguiente sin tiempo de recuperar el aliento o pensar en posibles soluciones, precisamente porque pensar, eso que hacemos desde un prisma más o menos lógico, aquí no nos sirve de nada. La conexión entre una fase y otra, entre el compendio demente de situaciones que en ellas se dan cabida, no existe, es nula. El único nexo en común en todas ellas se concreta en la existencia de un elemento explosivo –no necesariamente una bomba o un cartucho de dinamita, también puede ser un señor o un pollo– que detonará transcurridos esos 20 segundos y que, claro está, tendremos que desactivar para salvar el día.

La mecánica responde a una ecuación mínima en la que el orden de los factores interactivos altera decisivamente el resultado, de modo que en cada fase encontraremos una serie de elementos –objetos y personajes que recorren todo un catálogo de lo absurdo– sobre los que deberemos clicar en el orden correcto para dar con la solución; una solución que, para disfrute del jugador, pone de relieve cierto desequilibrio mental por parte de Sos. Y así transcurre todo, atropellada y brutalmente, con muchas explosiones y patadas en la entrepierna, pulsiones mínimas de violencia e hilaridad que sustentan el paquete de diversión de un juego que, lejos de hurgar delicadamente en cualquier refinamiento humorístico, mete de lleno la zarpa en una bolsa de ganchitos mientras se fuma un porro.

La experiencia de juego es, en sí misma, muy parca y concisa, el papel que activamente debemos asumir en esta aventura gráfica de humor reducida a la mínima expresión es casi circunstancial, pero ofrece mucho más de lo que nos exige y esto lo consigue priorizando intenciones y descartando añadidos; es como si Sos Sosowski hubiera viajado a lomos de un cohete marca ACME a la década de los noventa, y en un desquiciado intento por recuperar la esencia festiva de las aventuras gráficas de LucasArts se hubiera dejado por el camino cualquier tipo de aderezo más allá de todo aquello susceptible de provocar una carcajada.

2 opiniones en “«McPixel», save the day – Crítica”

  1. Si a todo, pero…

    ¿Cómo puede un artículo sobre una de las más épicas proezas salidas de un ludum dare

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